El presidente que cambió la historia del CD Tenerife
Javier Pérez se mantiene, en el vigésimo aniversario de su fallecimiento, como el símbolo de la mejor etapa deportiva blanquiazul.
Hoy se cumple el vigésimo aniversario del fallecimiento de Javier Pérez y Pérez, el presidente que cambió la historia del CD Tenerife. Los números, no siempre fríos, nos pueden acercar a la dimensión de su legado: desde su acceso a las categorías nacionales, hace casi 72 años, la entidad blanquiazul sólo ha estado trece temporadas en Primera División… y, de ellas, once fueron bajo el mandato del dirigente palmero, que se prolongó poco más de dieciséis años.
Antes de la llegada de Javier Pérez al palco del Heliodoro, el CD Tenerife sólo conoció el paraíso en el curso 61-62, militando los 32 ejercicios restantes en otras categorías. Y tras su marcha, la entidad blanquiazul únicamente ha vuelto a estar en la élite en la temporada 09-10, repartiendo las otras 23 campañas en otros niveles competitivos. ¿La diferencia? La ambición: estar en Primera División dejó de ser un recuerdo para convertirse en un objetivo.
La ambición.- La ambición ha sido otro de los legados de Javier Pérez, que recibió una herencia complicada al acceder a la presidencia. Socio número 842 del CD Tenerife, lideró la Alternativa Azul y Blanca, un grupo de valientes que se hizo cargo de un equipo con 300 millones de pesetas de deuda, que acababa de descender a Segunda División B y que apenas congregaba a tres mil espectadores en un Heliodoro que, literalmente, se caía a pedazos. Nacido en Barlovento (La Palma) el 14 de marzo de 1946, Pérez era un prestigioso ginecólogo con consulta en la calle Villalba Hervás. Profesor en la Facultad de Medicina de la ULL, no había tenido una vida fácil: a los seis años se fue a Cuba, destino al que la emigración llevó a su padre, Diego Pérez, un referente que superó los 100 años de vida y al que su hijo admiraba. Y allí estuvo tres lustros, hasta que en 1966 regresó a España para estudiar Medicina. Casado con la también médico Josefina Castañeda, al acceder a la presidencia blanquiazul el 19 de junio de 1986, Pérez ya tenía dos hijas. Y también contaba con experiencia en la gestión futbolística, pues durante tres años (1981-1984) había sido directivo con Pepe López, lo que le permitió vivir desde dentro un ascenso a Segunda División (82-83), pero también conocer las interioridades de un club sin patrimonio y ahogado por las deudas.
Javier Pérez no estaba solo.- Es justo recordar que en auxilio de aquel club obligado a pagar unos intereses anuales de sesenta millones de pesetas le acompañaron Miguel Ángel de la Rosa y José Antonio Barrios como vicepresidentes, Enrique Roca como secretario general, José Felipe Concepción como secretario, Agustín Amaro de tesorero y vocales como Luis Bello, Pedro Suárez, Manolo Medina, Rafael Chávez, Teófilo Bello o los siempre fieles Juan Amador y Eugenio Ibáñez. En aquel verano de 1986, el CD Tenerife debía afrontar “un pago urgente” de seis millones de pesetas a cuatro jugadores [Rubén Cano, Alonso, Andrés y Voro] para evitar ¡el descenso a Tercera División! Aquello era un caos… y Pérez prometió el paraíso: en su primer acto público, la presentación del Tenerife 86-87, con la UD Las Palmas en Primera División, habló de “tener la supremacía del fútbol canario” y de “copar las cotas más altas del fútbol nacional”.
El optimismo.- Javier Pérez fue un optimista irredento que convenció al Cabildo Insular para activar la remodelación del Heliodoro, mientras se reconciliaba con la masa social al canarizar la plantilla: rompió moldes al iniciar el curso con un técnico tinerfeño [Martín Marrero], fichó a jóvenes de la Tercera División como Pedro Martín (23 años), Tata (22) o Isidro (19)… y repatrió a David (Binéfar), Víctor (Murcia), Salvador (Las Palmas) o Lope Acosta (Logroñés). El ejercicio se cerró con el ascenso a Segunda División y un presidente que se negó a prolongar los festejos y lanzó un eslogan ambicioso: ahora empieza lo bueno. Y aunque el Tenerife 87-88 logró una permanencia solvente, eso no agradó a Pérez, que para el curso 88-89 apostó por Benito Joanet como técnico y “un equipo muy discreto” según la prensa. La derrota en el trofeo Teide ante un Marino recién ascendido a Segunda División B confirmó los pronósticos. “No me importa haber perdido este torneo, porque vamos a subir a Primera División”, respondió Pérez a aquellas críticas. Diez meses más tarde, tras una épica promoción ante el Betis, la Isla celebraba un éxito que –excepto don Javier– nadie podía imaginar. “El ascenso es la mayor compensación que voy a tener como presidente del Tenerife. Podremos lograr otros objetivos, pero nunca serán tan ansiados como éste”, dijo en los vestuarios del Benito Villamarín.
1989.- Demostrando ser un visionario, Javier Pérez ya apostaba en el verano de 1989 por “construir una Ciudad Deportiva que permita nutrir al primer equipo con jugadores de la cantera” y por “remodelar el Heliodoro hasta lograr un cerramiento total a dos niveles [obra que se culminaría en 2001]”. Eso sí, en contra de la moda imperante, exigía “no construir una pista de atletismo alrededor del terreno de juego, pues aumentaría la frialdad del público hacia los jugadores”. Para entonces, nadie en la Isla aspiraba a algo más allá de la permanencia en la élite, pero Pérez, que había apostado por fichajes como los de Felipe o Quique, impropios de un recién ascendido, pronunciaba la palabra UEFA. El curso acabaría con una agónica permanencia, tras una promoción ante el Deportivo. Antes, el presidente superó una escisión en su junta y unas elecciones [marzo de 1990] en las derrotó a su exdirectivo Sergio Batista por 1.393 votos a 290.
El paraíso.- Con un CD Tenerife aún sin consolidarse en Primera División, Javier Pérez redobló su apuesta por la ambición y en el verano de 1990, en una sorprendente operación, fichó sin pagar traspaso al jugador más prometedor del fútbol argentino: Fernando Redondo. Y durante casi una década, las hazañas se convirtieron en rutina y el aficionado birria asumió con naturalidad que lo normal era habitar en el paraíso y ser seguidor de un grande del fútbol nacional. Fue una época de fichajes rutilantes, presentaciones con fuegos artificiales, técnicos prestigiosos, pretemporadas en el extranjero, clasificaciones para la Copa de la UEFA, millonarios contratos televisivos… En medio, en noviembre de 1992 y tras una ejemplar conversión en Sociedad Anónima Deportiva, Javier Pérez fue elegido presidente del primer consejo de administración del CD Tenerife con el respaldo de 16.964 acciones, frente a las 3.761 que apoyaban a Teófilo Bello. Fue también una época en la que por el Heliodoro desfilaron decenas de futbolistas superlativos y el CD Tenerife firmó innumerables gestas deportivas: los dos triunfos ante el Madrid que decidieron campeonatos y le dieron fama planetaria, la victoria en Auxerre con dos jugadores menos y sin portero, el triunfo frente a la Juventus, la remontada contra el Lazio, el gol milagroso al Brøndby en Copenhague, la agónica salvación ante el Valencia en el Heliodoro...
Otros momentos.- Y es que muchos de los mejores momentos de la centenaria historia blanquiazul –y otros no tan buenos– están ligados a la presidencia de Pérez, que con el tiempo se alejó de algunos compañeros de la Alternativa Azul y Blanca y se rodeo de colaboradores como los consejeros Adelardo de la Calle o Conrado González, amén del director deportivo Santiago Llorente. Y mientras, revolucionó el fútbol español con propuestas como las designaciones arbitrales por ordenador Eso sí, varios fichajes desacertados, un descenso inesperado en la primavera de 1999 y el paso del tiempo desgastaron la figura de Pérez, que en la recta final de su mandato impulsó la creación de la Ciudad Deportiva que hoy lleva su nombre, pudo ver culminada la reforma integral del Heliodoro y, en junio de 2001, disfrutó de su segundo ascenso a la élite, obtenido en lucha directa con un gigante como el Atleti y sellado con el gol de Hugo Morales en Leganés.
El final.- En esa última etapa de dificultades, Javier Pérez destacó por la defensa del CD Tenerife en momentos complicados como los suscitados en los llamados caso Jordi y caso Barata. En ambas situaciones actuó con su peculiar vehemencia, pero obtuvo resoluciones favorables a los intereses blanquiazules. Y aunque en el Heliodoro se hizo habitual el “Pérez, vete ya”, acudió a las elecciones del 30 de diciembre de 2002 con el Proyecto Tinerfia como baza. Esa revolucionaria propuesta, muy discutida en su día, sería copiada con los años por varios clubes para usarla como tabla de salvación. Los accionistas, sin embargo, dieron un apoyo mayoritario al grupo liderado por Víctor Pérez-Ascanio y Quico Cabrera [17.148 acciones, frente a las 7.869 presentadas por Javier Pérez] y se produjo el relevo en el consejo de administración blanquiazul. A partir de ahí, se intentó alejar de la entidad.
Competición | J | G | E | P | GF | GC |
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Primera División | 426 | 140 | 112 | 174 | 546 | 613 |
Segunda División | 176 | 71 | 53 | 52 | 227 | 188 |
Segunda División B | 42 | 21 | 17 | 4 | 70 | 33 |
Copa del Rey | 74 | 31 | 16 | 27 | 135 | 100 |
Promoción a Primera | 4 | 2 | 1 | 1 | 5 | 1 |
Copa de la UEFA | 16 | 8 | 3 | 5 | 26 | 23 |
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Total de partidos | 738 | 273 | 202 | 263 | 1.009 | 958 |
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